El Brexit, el proceso iniciado el 23 de junio de 2016 con el referéndum celebrado en Gran Bretaña para su salida de la UE, parece que va a llegar a su fin antes de que acabe este año.
Aunque su fin ya ha sido anunciado muchas veces —siendo otras tantas aplazado—, parece que esta vez es la definitiva: la Unión Europea le ha dado un ultimátum definitivo al gobierno británico válido hasta el 31 de octubre de 2019.
Dependiendo de lo que ocurra de aquí a dicha fecha, los resultados para los actores involucrados, para la economía mundial y, por lo tanto, para la comunidad inversora pueden ser de lo más variado.
A continuación, para todo aquel que negocie en línea o de cualquier otra forma con activos relacionados o expuestos al Brexit, vamos a realizar una pequeña cronología de este proceso, así como unas posibles salidas a esta crisis política.
El inicio
Aunque se suele señalar el 23 de junio de 2016 como el comienzo del Brexit, lo cierto es que hay que remontarse un poco más atrás para ver las primeras señales de esta crisis política. Quizás, la más llamativa de esas señales previas fueron las elecciones europeas de 2014, en las que el UKIP de Nigel Farage se convirtió en el partido más votado en Gran Bretaña.
Este aspecto no es para nada baladí. El UKIP, como su propio nombre indica —Partido de la Independencia del Reino Unido—, tenía como su principal planteamiento la celebración de un referéndum para la salida de la Unión Europea y dicho resultado provocó un terremoto político en las Islas Británicas.
Como ha ocurrido durante estos años en Europa, el Partido Conservador decidió combatir el extremismo del UKIP acercándose a sus propuestas: mano dura contra la inmigración, nacionalismo y, claro, la celebración de un referéndum.
El de David Cameron, líder por aquel entonces del Partido Conservador y primer ministro británico, fue uno de los mayores errores en la política británica de las últimas décadas, pero eso ya no tenía solución. El referéndum ya tenía fecha: 23 de junio de 2016.
‘Leave wins’
Contra todo pronóstico y después de una extraña campaña en la que Cameron se posicionó en contra de la salida de la Unión Europea —al contrario que alguno de sus más cercanos aliados, como Boris Johnson—, el voto a favor de la salida de la UE salió victorioso en Gran Bretaña.
Por supuesto, David Cameron tuvo que dimitir y se abrió un proceso paralelo en su partido para ver quién lideraría al partido en esa nueva fase de turbulencias que era el Brexit.
Theresa May fue la escogida y el 7 de diciembre de 2016 recibe en el Parlamento 461 votos —de un total de 550— a favor de activar el Artículo 50 de la UE, primer paso de cara a la salida de la UE. Fue, quizás, su única victoria en el mandato que estaba por venir. A los tres meses se marca una fecha para la salida definitiva: 29 de marzo de 2019.
Eso sí, May tiene en abril de 2017 la idea de adelantar la celebración de las elecciones para afrontar el proceso de salida con una mayoría más holgada. Error.
Aparece Corbyn
Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico, consigue un resultado más que decente que hace que el Partido Conservador pierda su mayoría en el Parlamento.
A partir de ese momento, cualquier acuerdo sobre el Brexit tendrá que ser pactado por el Partido Conservador. En el horizonte ya aparece su principal posible aliado: el DUP de Irlanda del Norte, que se acabaría por mostrar como un hueso duro de roer.
Con dificultades, Theresa May logra presentar su plan de salida acordado con la UE en el Parlamento el 15 de enero de 2019. Pierde con 432 votos en contra y 202 a favor. A los dos meses, nueva derrota: 391 votos contra 242. El gobierno británico pide una prórroga para el Artículo 50 y la UE se la concede. La fecha definitiva se marca el 30 de junio de 2019.
Lo que queda
A aproximadamente un mes y medio del fin de la prórroga, las cosas entre la UE, el gobierno de Theresa May y el parlamento británico parecen seguir los mismos derroteros que a principios de año, y el miedo a una salida brusca del Reino Unido son cada vez más fundados.
¿Qué provocaría esto? Pues, probablemente, momentos de gran volatilidad en los mercados y caídas fuertes en algunos activos relacionados con la economía británica. Por el contrario, un acuerdo llevaría la calma al sector financiero. Todo o nada en el evento financiero y económico del 2019.