El fin del siglo XX trajo consigo algunos movimientos financieros de primer nivel. Parte de ellos fueron positivos, como, por ejemplo, el crecimiento de los productos financieros de gestión pasiva o una cierta democratización de las inversiones.
Pero, otra parte fue realmente negativa como las grandes burbujas financieras como la que protagonizaron las denominadas .com.
Para empezar, debemos entender que el fenómeno de las burbujas financieras no es algo nuevo. De hecho, en mayor o menor medida, tenemos conocimiento de burbujas financieras prácticamente desde que existen sistemas bancarios, y, de hecho, podríamos remontarnos mucho más atrás para encontrarlas.
¿Qué es una burbuja financiera?
Sin entrar en grandes definiciones económicas, podríamos decir que una burbuja financiera se genera alrededor de una idea, negocio o activo que sube de manera rápida de valor en función de criterios poco definidos desde un punto de vista de análisis económico.
El paradigma de las .com a finales de los 90 sin duda los hizo visualizar con carácter muy general lo que podía ocurrir con una burbuja financiera. La explosión de Internet hizo que pareciera que cualquier empresa asociada a esta nueva tecnología de la comunicación, fuera a ser un éxito inmediato.
Esto disparó no sólo a las empresas, también al propio sector, surgían empresas de todos los lados, se financiaban proyectos realmente absurdos y con muy poca base sólida empresarial, y al final, de todo aquel maremagnum quedaron muy pocas empresas y muchas pérdidas de gente que entró a invertir de manera ciega sin hacer un análisis real de lo que estaba ocurriendo.
Todo esto se debe a lo que en la actualidad denominamos FOMO y que no deja de ser algo tan sencillo como el miedo a quedarse fuera en lo que entendemos como una gran inversión.
¿Qué es el FOMO?
Es un acrónimo de lo que podríamos traducir de manera libre como miedo a quedarse fuera de una buena inversión. De manera práctica podemos decir que es una forma de invertir absolutamente irracional que se basa sólo en las sensaciones de terceros.
Esto se ha extendido de manera muy importante en los últimos años en relación a las criptomonedas. Cuando escuchamos a gente sin ningún tipo de preparación financiera afirmar que invierten en activos digitales, sin conocimiento del entorno, lo que realmente estamos escuchando es una manifestación de este miedo a quedarse fuera. Son inversiones que se han realizado de manera poco racional basándose sólo en supuestos resultados que, además, no son del todo cientos ya que son mercados muy volátiles en los que es perfectamente fácil perder mucho dinero tan sólo en cuestión de horas.
Por tanto, la principal lección que deberíamos aprender de las burbujas financieras de finales de los 90 es que cuando algo parece demasiado bueno para ser real, probablemente no sea real. Aplicado de nuevo a los activos digitales, esto implica que, aunque efectivamente las criptomonedas sean un mercado que puede llegar a ser interesante ese punto de vista especulativo, también son un mercado complejo, con graves pérdidas para quien no sabe operar sobre él y que no está recomendado para cualquier perfil de inversor.