El error de diciembre y la crisis de 1994

La crisis de 1994 tiene un lado positivo que permite visualizar una vía alternativa para la economía mexicana. A pesar de los efectos negativos de la devaluación y de las características del plan de ajuste, endeudamiento de las empresas en divisas extranjeras, el desempleo propiciado por el cierre de empresas  y el crecimiento del sector informal, la devaluación también entraña un aspecto positivo de primera importancia que parece no haber existido durante la crisis de 1982.

La modificación del tipo de cambio ha significado una suerte de rehabilitación de la política de sustitución de importaciones, puesto que una devaluación del 80 por ciento (suponiendo que la moneda se establece a seis pesos por dólar) equivale a una tarifa en las importaciones de 50% aunada a un subsidio a las exportaciones del 60%. El proteccionismo implícito derivado de la devaluación propició un   impulso a la producción interna, recobrando el mercando interno y parte del empleo perdido en los años anteriores. Así, el cambio en los precios relativos, derivados de la devaluación, han reducido rápidamente el déficit de la cuenta corriente y la demanda se reorienta hacia el interior.

Muchos economistas creen que la crisis al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo se pudo haber evitado si durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari no se hubiera controlado el tipo de cambio para tener “un peso fuerte” artificial, y se hubiera devaluado paulatinamente en su momento. El peso tomó su valor real de golpe, provocando una enorme crisis económica. El Banco de México (BM) en el año de 1994 perdió montos considerables de sus reservas internacionales, buscado mantener el tipo de cambio al interior de la banda de flotación cambiaria, el secretario de Hacienda en ese entonces Jaime Sierra Puche considero necesario modificar el régimen de cambio nacional. Informó que el gobierno había decidido eliminar la banda de flotación cambiaria y dejar flotar el precio, pero se decidió ampliar la banda de flotación en lugar de desaparecerla.

Sin embargo, a los 3 días de ser ampliada la banda, disminuyeron notablemente las reservas del BM, se redujo alarmantemente el monto mínimo con el que es prudente que un banco central funcione estando en régimen de tipo de cambio determinado. Así que se decreta la libre flotación de peso, lo cual ocasiona la depreciación acelerada del tipo de cambio del peso frente al dólar que se ubico alrededor de $4.5 por dólar. La pérdida del valor del peso con respecto al dólar daba inicios esperando lo peor por venir.

Estos dos últimos eventos, y el creciente déficit de cuenta corriente alimentado por la demanda del consumidor y el enorme gasto gubernamental, alarmó a los inversionistas que habían comprado los tesobonos, principalmente ciudadanos mexicanos y algunos extranjeros, quienes los vendieron rápidamente, vaciando las reservas internacionales del Banco de México, las cuales de por sí se encontraban en niveles muy bajos.

La política ortodoxa que debía realizarse ante tal situación, era incrementar las tasas de interés, permitiendo que la base monetaria se contrajera, para evitar que más dólares siguiesen siendo extraídos de las reservas rápidamente (Hufbauer & Schott, 2005). Sin embargo, dado que era un año de elecciones (en ese entonces consideradas las más transparentes del país, y las primeras con observadores internacionales) y ya que el resultado hubiera sido distinto si había una desaceleración económica, el Banco de México decidió comprar deuda mexicana para mantener la base monetaria e impedir que las tasas de interés se incrementaran, lo cual, a su vez, causó una mayor fuga de dólares de las reservas internacionales a niveles históricamente bajos (que llegarían a 9 mil millones de dólares; a modo de comparación, el 2005 llegaron a $70 mil millones).

La crisis era inevitable, y terminar con la paridad fija del peso tan sólo era una de las muchas correcciones que tenían que realizarse. No obstante, aún después de las elecciones, durante los últimos 5 meses antes de la toma de posesión de Ernesto Zedillo, la administración de Salinas no realizó ningún ajuste. Algunos críticos sugieren que Salinas quería mantener su popularidad, ya que buscaba el apoyo internacional para su candidatura a director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Salinas por su parte, argumenta que había hablado con Zedillo para compartir la devaluación entre las dos administraciones, y que Zedillo decidió tomar la carga del ajuste económico en su totalidad.

Para salir de la crisis los Estados Unidos intervinieron rápidamente comprando pesos del mercado para evitar una mayor depreciación del peso, sin embargo esta medida no era suficiente. El presidente estadounidense Bill Clinton solicitó al congreso enviar un paquete de rescate. Sin embargo diversos representantes del Congreso que se habían opuesto al TLCAN veían esta crisis como un resultado del tratado, (aunque para varios de los economistas, la crisis y el TLCAN no estuvieron directamente relacionados).

El congreso votó en contra de la aprobación de fondos de rescate. No obstante, algunas personas dentro del Tesoro norteamericano encontraron una vía legal para enviar el rescate por medio del Fondo de Estabilización de Divisas, la cual no requería la aprobación del Congreso de los Estados Unidos. Así, se enviaron de los Estados Unidos $20 mil millones de dólares, a los cuales se les añadieron casi $30 mil millones más: $17 mil millones del Fondo Monetario Internacional, $10 mil millones del Bank for International Settlement, mil millones del Banco de Canadá en forma de swaps de corto término y mil millones más provenientes de diversos países latinoamericanos (entre ellas Argentina y Brasil cuyas economías eran severamente afectadas por los efectos de la crisis mexicana). El dólar se estabilizó a un precio de 6 pesos, y por los siguientes dos años, antes de ser afectado por la Crisis financiera asiática de 1998, se mantuvo entre 7 y 7.7 pesos.

Los negocios mexicanos que tenían deudas en dólares, o que se confiaron en comprar suministros de Estados Unidos, sufrieron un golpe inmediato, con un despido masivo de empleados y varios suicidios producto de la tensión de las deudas. Negocios cuyos ejecutivos asistieron a las reuniones en las oficinas del entonces presidente Zedillo se ahorraron la pesadilla de la crisis – ya que fueron advertidos, compraron rápidamente una inmensa cantidad de dólares y renegociaron sus contratos en pesos.

Para empeorar la situación, el anuncio de la devaluación se dio a mitad de semana en un miércoles, y durante el resto de la semana los inversionistas extranjeros huyeron del mercado mexicano sin que el gobierno hiciera ninguna acción para prevenirlo o desalentarlo hasta el siguiente lunes cuando ya todo fue muy tarde.

El error de diciembre causó tanto malestar en la población que Salinas de Gortari no se atrevió a regresar a México durante mucho tiempo (él hacía campaña por el mundo para encabezar la OMC en ese entonces). El incidente también sirvió para hacer claro que su influencia en la administración de Zedillo se había terminado.

La crisis se propago rápidamente por el contexto latinoamericano, alcanzando lugares tan alejados como Argentina. En opinión de Paul Krugman, sencillamente porque para muchos inversionistas ignorantes todos los países latinoamericanos son iguales. Así que el pánico de lo que había pasado en México se extendió a otros países, que de la noche a la mañana se vieron escasos de fondos y endeudados a corto plazo. Krugman dice que los pecados económicos de estos países eran muy pequeños para tan graves consecuencias.

La segunda semana de octubre, la devaluación repentina del peso, que perdió mas de 17 % de su valor en unos pocos días, trajo reminiscencias del denominado “efecto tequila” que se produjo en 1994, cuando lo moneda nacional se derrumbó. Se culpó de la caída estrepitosa del peso mexicano a las operaciones especulativas de un puñado de empresarios. El poder ejecutivo trató de parar la caída, sacando a subasta reservas en dólares.

Entre el 8 y el 10 de octubre, se subastaron 8.900 millones de dólares, una décima parte de las reservas totales de divisas. Aún así, esas reservas se incrementaron de enero a diciembre del 2008 en 5.405 millones de dólares. Eso permite pensar, como afirman muchos expertos, que México está hoy mucho mejor preparado para hacer frente a una crisis.

En el 1994, a diferencia de lo que pasa ahora, la crisis fue el resultado directo de los errores del gobierno mexicano. A finales de aquel año, el déficit público alcanzaba el 7 % del PIB, las reservas de divisas se encontraban a un nivel extremadamente bajo, apenas 9.000 millones de dólares, y el sector bancario venía acumulando problemas de capitalización. En vez de realizar los ajustes necesarios para detener la caída en las reservas, la administración saliente del presidente Carlos Salinas encadenó diversas decisiones erróneas.

Su sucesor, Ernesto Zedillo, anunció precipitadamente planes de devaluación que ocasionaron la huida de las inversiones extranjeras del mercado y amplificaron la caída de la moneda. Millones de hogares se vieron afectados por esta crisis, al no poder pagar sus deudas por las exorbitantes tasas de interés.

Era una situación insostenible ante la cual Zedillo reaccionó devaluando el peso, pero la medida ya era incapaz de frenar la tendencia y finalmente, la economía saltó en mil pedazos. El dólar, que a finales de noviembre tenía un valor de 3.46 pesos, inmediatamente saltó a un precio de 5.15 pesos, mismo que se fijó en los 7.50 pesos en marzo de 1995. Por su parte el PIB desploma lográndose resultados de -17% y -21% durante el primero y segundo trimestres del 95 respectivamente.

Por otro lado, producto de los quiebras y despidos masivos, el desempleo, que en diciembre de 1994 alcanzaba al 3.6 de la Población Económicamente Activa (PEA) llega al 7.6% en agosto del 95. Además, mientras los salarios mínimos sólo reciben un incremento del 31% al pasar de 15.27 a  20.15 pesos diarios, la inflación acumulada a lo largo de ese año va a llegar al 45 por ciento.

Esta fue una situación insostenible ante la cual Zedillo reaccionó devaluando el peso, pero la medida ya era incapaz de frenar la tendencia y finalmente, la economía saltó en mil pedazos. El dólar, que a finales de noviembre tenía un valor de 3.46 pesos, inmediatamente saltó a un precio de 5.15 pesos, mismo que se fijó en los 7.50 pesos en marzo de 1995. Por su parte el PIB desploma lográndose resultados de -17% y -21% durante el primero y segundo trimestres del 95 respectivamente.

Por otro lado, producto de los quiebras y despidos masivos, el desempleo, que en diciembre de 1994 alcanzaba al 3.6 de la Población Económicamente Activa (PEA) llega al 7.6% en agosto del 95. Además, mientras los salarios mínimos sólo reciben un incremento del 31% al pasar de 15.27 a  20.15 pesos diarios, la inflación acumulada a lo largo de ese año va a llegar al 45 por ciento. Después del rescate bancario del 1995, las entidades financieras fueron saneadas y se implementó un sistema de regulación más severo, que obligaba a los bancos, entre otras medidas, a dotarse de mayores reservas preventivas, a reflejar más transparencia y a evitar la toma excesiva de riesgos. A continuación, los bancos privados pasaron a ser controlados por instituciones extranjeras y, por lo tanto, lograron recomponer su capital. Además, se ejerció una mayor supervisión del sistema financiero por parte de las autoridades.

Estos remedios han permitido evitar otras crisis bancarias. Hoy, cuando los especialistas y los gobernantes afirman que los fundamentos de la economía mexicana son sólidos, se refieren en gran medida a la solidez de las entidades financieras nacionales. Los principales bancos mexicanos, de capital extranjero, como BBVA, HSBC, Scotiabank y Santander, se han librado hasta ahora de la crisis.

Banamex se ha salvado a pesar de los aprietos vividos en Estados Unidos por su dueño, Citigroup. Pero, al igual que en el resto del mundo, los bancos en México tienen que afrontar la difícil situación de liquidez del mercado y la escasez de crédito en el sistema financiero. Tendrán que resistir las embestidas, porque las peculiaridades estructurales del sistema bancario mexicano – capitales extranjeros que no cotizan en el mercado nacional de valores – dificulta

 

Comparativo de las crisis financieras

1982 1994-1995
Recesión más alza controlada de las tasas de interés y del dólar. Gran aumento del peso de la deuda. Incapacidad de México para cumplir con los vencimientos. Política insostenible del tipo de cambio elevado y del financiamiento del déficit comercial por capitales a corto plazo. La devaluación del peso desencadena la huida de capitales  y el derrumbe del mercado.
80.000 millones de deuda; de los cuales 14.000 a bancos norteamericanos cuyas acreencias máximas representaban el 50 % del capital. Riesgo de contagio hacia Argentina y Brasil. Incapacidad de  México para continuar pagando los atrasos de la deuda.
2.000 millones de crédito norteamericano de urgencia de las agencias federales. 2.000 millones de crédito bancario garantizados por el gobierno norteamericano. Más de 5.000 millones del Banco de Pagos Internacionales (BPI) y el FMI 20.000 millones de créditos norteamericanos de urgencia del fondo de estabilidad cambiaria federal. Más de 10.000 millones del FMI, 7.800 millones del BPI, 3.000 millones del Banco Mundial y del Banco Interamericano, 1.000 millones de otros países latinoamericanos.
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